23 dic 2011

Había una vez en Alemania (parte 1).




Alemania ha sido durante el siglo XX la gran potencia económica de la Europa occidental. En los albores de este siglo, en 1900, superó al Reino Unido en producción industrial[1] y en algunas ramas de la industria moderna poseía claramente el liderazgo mundial. Así su industria química; como la de colorantes, la farmacéutica o la de abonos; era quizá la más avanzada del momento. En producción industrial sólo era superada por los Estados Unidos y en muchos otros sectores había escalado hasta posiciones predominantes. Por ejemplo, en producción de carbones se encontraba en 1905 sólo por detrás de Estados Unidos y el Reino Unido[2]. Y en 1893 su producción de acero ya había superado a la del Reino Unido[3], situándose en segundo lugar por detrás de los todopoderosos Estados Unidos.

Alemania se encontraba pues, alrededor de 1910, con la capacidad para desafiar a la que había sido hasta entonces la gran potencia comercial y militar en el mundo, el Reino Unido. Desafío que ya se venía produciendo en el terreno de la exportación de productos industriales, pero al que se añadió durante la primera década del s. XX el intento de rivalizar en potencia marítima. Esto último se hizo siguiendo las directrices del almirante Von Tirpitz que deseaba disponer de una flota moderna con la que los británicos no se atreviesen a luchar por miedo a perder la supremacía naval[4]. Esto no se consiguió porque estos últimos respondieron con un programa de construcción de navíos que dejó atrás a la flota de Von Tirpitz (los astilleros británicos tenían mucha más capacidad de construcción que los alemanes).

Cuándo la guerra llegó en 1914, y aquí no vamos a discutir el porqué, se vieron lo insensatos que eran los planes de los militares europeos. Todos fracasaron en su mayor parte y las consecuencias de aquella larga guerra fueron inmensas. El mundo de 1919 se parecía poco al de 1914: 4 grandes imperios habían desaparecido, el hambre campaba a sus anchas por Europa, la revolución soviética inspiraba a los revolucionarios de medio mundo, los nacionalismos intentaban crear nuevos estados y la aristocracia que había mandado en buena parte de Europa se encontraba desacreditada y odiada. Incluso en los países neutrales, como era el caso de España, los efectos fueron muy duros debido a los grandes incrementos de precios que experimentaron algunos productos básicos como los alimentos. Pienso yo que si las clases propietarias de 1914 hubieran podido imaginar las consecuencias que podía traer la guerra, ésta no se hubiese producido.
La Gran Guerra vista por Picarol de la Campana de Gràcia (agosto de 1914)
Así que a finales de 1918 y principios de 1919 se vivía en muchas partes de Europa una situación de caos y de anarquía, que hoy en día cuesta de imaginar. Entre noviembre de 1918 y mayo de 1919 se vivió en Alemania una situación revolucionaria que en algún momento y en algún lugar casi llegó a guerra civil. Los marineros y soldados formaron consejos (Räte) siguiendo el ejemplo de sus homólogos rusos y se dispusieron a llevar a cabo sus reivindicaciones. En Baviera el asesinato del líder socialista radical Kurt Eisner en febrero de 1919, así como la noticia de que la revolución había estallado en Hungría, desató una revuelta que proclamó una Räterepublik (república de consejos) que se caracterizó por el descontrol, los saqueos y la escasez de alimentos y carbón. Finalmente fue brutalmente sofocada a principios de Mayo por el ejército alemán, bajo las órdenes del gobierno del SPD en Berlín, ayudado por los Freikorps (éstos eran grupos paramilitares ultranacionalistas). Para entonces esta experiencia comunista ya había quedado grabada en la memoria de los bavareses como un período de terror y violencia que probaba lo peligrosos que podían llegar a ser los rojos (die Rotte)[5].

La gran inflación.
El fenómeno ha suscitado un gran interés porque quizás es el caso más espectacular de hiperinflación que ha habido en un país económicamente avanzado en los últimos 100 años. Se han dado diversas explicaciones al proceso que llevó a ésta, todas ellas influenciadas por la ideología económica a la que pertenecía el autor en cuestión. Según el gran historiador económico Charles P. Kindleberger en su magnífico libro, Historia financiera de Europa[6], se pueden distinguir dos grandes explicaciones:
            1. La explicación a partir de la balanza de pagos.
            2. La explicación monetarista.
La primera considera que la balanza de pagos alemana empeoró debido a la necesidad de la industria alemana de recuperarse de la guerra aprovisionándose en el extranjero de materias primas y biénes de equipo. Al intentar comprar divisas extranjeras en cantidad se habría provocado la depreciación del marco que habría llegado a estar infravalorado. Esto a su vez habría provocado el aumento de los precios de las importaciones y éstos habrían repercutido en el resto de los precios. Para evitar el desempleo y las huelgas el Reichsbank habría emitido más moneda, cerrando así el ciclo.
La segunda mantiene que la inflación habría tenido lugar como consecuencia de los excésivos déficits en que el gobierno alemán habría incurrido después de la guerra. Buena parte de los cuáles tuvieron que ser monetizados mediante préstamos del Reichsbank, práctica que habría conducido a la inflación. Esto a su vez habría hundido el tipo de cambio del marco.

Kindleberger, gran enemigo de las explicaciones simples y monocausales, se muestra partidario de combinar ambas explicaciones, si no simultáneamente sí consecutivamente. Según él al principio la inflación fue monetarista, es decir causada por los excesivos déficits del gobierno alemán monetizados por el Reichsbank. Pero a partir de principios de 1922 el tipo de cambio del marco respecto al dólar se hundió dando lugar a una segunda fase en la que la inflación fue propulsada por el incremento de precios en las importaciones. Una vez los precios se dispararon, tanto las empresas como los particulares alemanes intentaron deshacerse de sus marcos tan deprisa como pudieron, acelerando a su vez el proceso de inflación. Los hechos se pueden describir con estas tablas extraídas de Kindleberger:



En los cuadros se puede ver como la situación se desmadró finalmente en 1922 cuándo el valor del marco respecto al dólar se hundió. A la cuestión de porqué fue entonces cuándo el marco se hundió se le han dado distintas explicaciones también. Según Kindleberger la especulación mundial en divisas jugó un papel importante. Después de la guerra, cuándo el marco perdió valor, especuladores de todo el mundo pero sobretodo norteamericanos se dedicaron a comprar marcos con la esperanza de que éste recuperase una parte de su valor. Ésto se vería reflejado en el aumento de valor del marco en 1920, pero cuándo finalmente se convencieron de que éste no iba a recuperar su valor lo intentaron vender en masa provocando su caída. Como buena profecía de autocumplimiento sería la creencia de que el marco no se recuperaría la que habría de provocar su caída final. Como motivo para el cambio de perspectiva en 1922 se ha citado a menudo el asesinato del ministro alemán de exteriores Walther Rathenau, en Junio de 1922, que era uno de los miembros del gabinete más partidarios de acordar con los aliados cómo se devolverían las reparaciones de guerra que fijaba el tratado de Versalles. Si a esto le sumamos las grandes presiones que ejercían los franceses sobre el gobierno alemán para que éste pagase, podremos entender el ambiente conflictivo que espantó a los especuladores. De hecho en Enero de 1923 las amenazas francesas se concretaron en su ocupación del Ruhr.

Lo que está claro es que a partir de mediados de Junio de 1922 el marco dejó de ser una moneda funcional. Los precios subían tan deprisa que quién recibía algunos de ellos intentaba deshacerse de ellos de inmediato. Los acreedores, por ejemplo de créditos hipotecarios, vieron como sus activos desaparecían. Los alemanes terminaron teniendo que contar millones de marcos incluso para comprar productos como el pan y se habló de la aparición de la enfermedad de los números altos, es decir gente que no podía asumir las nuevas cantidades de marcos que pasaban por sus manos[7]. Algunos psiquiatras incluso diagnosticaron casos de gente que ante el estrés de calcular los nuevos precios terminaban neuróticos y se dedicaban a escribir números con largas colas de ceros o afirmaban tener 10 mil millones de años de edad. Los billetes llegaron a cifras increíbles y los que se adormecían en gastarlos se encontraban después con que lo mejor que podían hacer era quemarlos en la estufa para calentar la casa. Algunos se utilizaron también para empapelar las paredes. En el 1 de noviembre de 1923 se llegó a precios cómo[8]:        
Tres mil millones de marcos por una libra de pan.
Treinta y seis mil millones de marcos por una libra de carne.
Cuatro mil millones de marcos por un vaso de cerveza.

Mucha gente intentaba hacerse con moneda extranjera de cualquier forma posible. En los puertos se asaltaba a los marineros extranjeros con la esperanza de encontrarles algunos dólares o libras esterlinas y algunos alemanes escribieron a sus parientes en el extranjero implorándoles que les enviaran algunas divisas de sus países.

Como curiosidad, cuándo los nazis perpetraron su famoso putsch de Munich en Noviembre de 1923, Hitler envió a algunos miembros de las SA a la imprenta para que sacaran fajos de billetes de 50 mil millones de marcos para poder pagar a sus tropas colpistas[9].

La salida de la inflación.
Estaba claro que la situación no podía continuar y a finales de 1923 se intentó ponerle remedio. Karl Helfferich, un político conservador, propuso crear el marco-centeno que se apoyaría en una cantidad de este cereal[10]. No triunfó porque se consideró que el valor del centeno variaba demasiado dependiendo de la cosecha. Entonces, en octubre de 1923, Rudolf Hilferding, teórico financiero socialista, propuso la creación de un banco de billetes oro dotado con 180 millones de marcos de oro y con permiso para emitir el doble de esa cantidad en billetes[11]. Pero esta cantidad era demasiada baja, mucho menor que la cantidad de marcos de 1914 (ver cuadro 17.1) así que parecía claramente insuficiente. Además no había suficiente oro en Alemania para poder respaldarlo. Finalmente Hans Luther, el nuevo ministro de finanzas a partir de noviembre, creó el Rentenmark. Éste se apoyaba en una hipoteca sobre las tierras productivas de Alemania, tanto agrícolas como industriales, valorada en 3200 millones de marcos oro. El nuevo Rentenbank se encargó de la enorme emisión al tipo de 1000 millones de marcos por 1 Rentenmark. En total se pusieron en circulación los 3200 millones de marcos de la hipoteca, repartidos entre los que se dieron al público y al gobierno. A partir de aquel mismo año de 1924 al Rentenmark se le pasó a llamar Reichsmark, o sea marco del imperio, que era un nombre más elegante que el de Rentenmark o marco de las rendas (rendas de la hipoteca se entiende). Finalmente la situación se había estabilizado, y Alemania viviría una época de relativa bonanza económica hasta la llegada de la crisis de 1929.

Las consecuencias sociales de la inflación.
Cuándo se analiza un fenómeno económico tal como una gran inflación es conveniente preguntarse a quién perjudicó y a quién benefició. ¿Salieron todos los sectores económicos perjudicados ? ¿O unos menos que otros ? ¿O incluso hubo algunos que salieron beneficiados ?
En el Tract on Monetary Reform de 1924 el genial John Maynard Keynes se preguntó si acaso la inflación era la exposición de una lucha entre los elementos activos y trabajadores de una sociedad y los rentiers o poseedores de obligaciones y bonos[12]. Los primeros se resistirían a transferir a los segundos más de una cierta parte de la producción nacional. Keynes propuso con el fin de que se pudiesen cumplir los compromisos de guerra crear un impuesto sobre el capital. Pero eso no pudo llevarse a cabo en ningún país europeo. Ni en el Reino Unido, que había sido el país que más había finanzado la guerra mediante impuestos, se pudo aprobar la creación de tal impuesto. En Alemania la oposición de los conservadores también desbarató los proyectos socialistas de crear tal impuesto. Keynes llegó a la conclusión de que si estos impuestos resultaban imposibles entonces se podría expropiar a los tenedores de bonos mediante la inflación, o sea la depreciación de la moneda. Keynes reflexionó: “Los pequeños ahorradores sufren en silencio, como demuestra la experiencia, estas enormes depreciaciones… cuando derrocarían al gobierno que les hubiera despojado de una fracción de toda la suma a través de métodos más prudentes y justos”.
En general los más perjudicados por la inflación fueron los rentistas, como los tenedores de bonos, los beneficiarios de alquileres o los creditores de hipotecas[13]. Lógicamente los más beneficiados fueron los que se habían endeudado ya que sus deudas casi desaparecieron. También es destacable el hecho que los estudios muestran que la gran inflación disminuyó las diferencias de rentas entre los alemanes. En general los sueldos entre trabajadores cualificados y no cualificados se acercaron[14]. La inflación casi siempre perjudica a los más ricos pero no tiene porque perjudicar a los trabajadores si estos tienen poder de negociación para elevar sus sueldos al ritmo de la inflación.

Lo que sí se puede afirmar es que las dificultades que generó la hiperinflación quedaron grabadas en la memoria colectiva alemana. Amplios espectros de la sociedad alemana sufrieron mientras duró y la obsesión de no repetir los errores del pasado sería fatal en la crisis que llegaría a partir de 1929. Una crisis muy distinta que requería decisiones muy distintas pero a la que, como se acostumbra a decir, se combatió como si de la última guerra se tratase.

Señor Negro.


[1] Gran Enciclopèdia Catalana, volum 1, 1981.
[2] Encyclopedia Britannica, 11th edition, 1911.
[3] Encyclopedia Britannica.com, artículo Germany.
[4] Charles London, Jutland 1916, Osprey Publishing, 2000.
[5] Ian Kershaw, Hitler, Ediciones Península, 2010
[6] Charles P. Kindleberger, Historia financiera de Europa, Ed. Crítica, 2011
[7] John K. Galbraith, La moneda, Ed. Ariel, 1996
[8] Wikipedia, Hyperinflation in the Weimar Republik
[9] Ian Kershaw, Hitler, Ediciones Península, 2010
[10] Charles P. Kindleberger, Historia financiera de Europa, Ed. Crítica, 2011
[11] Ibidem.
[12] Ibidem.
[13] Ibidem.
[14] Ibidem.